Solemos pensar que escolarizar y educar son dos conceptos equivalentes. Y pueden llegar a serlo. Pero puede también que sean incluso opuestos. 

Escolarizar implica llevar a los niños a una escuela, no importa el tipo. Debemos saber que el sistema de escolarización que tenemos actualmente responde a la llamada "educación prusiana", cuyo origen está en la búsqueda de  crear soldados dóciles. Más tarde, con el desarrollo industrial, el objetivo era formar a trabajadores dóciles, individuos que ejecutaran las órdenes de los sistemas de fabricación en serie. Prácticamente todo el mundo occidental abrazó ese modelo "educativo": Niños con uniformes, educación "pública y gratuita", y contenidos elegidos por los gobiernos.

Muchas familias nunca se han planteado la idoneidad de la escuela a la que llevan a sus hijos. Casi ningún padre se ha entrevistado profundamente con el director del proyecto educativo (escuela) de sus hijos, como para conocer qué piensan sobre los temas importantes de la vida. Y sin embargo, allí dejan a lo más valioso que tenemos, nuestros hijos, durante la mayor parte del día, 5 días a la semana. ¿Qué piensas sobre la vida, la muerte, qué piensas sobre lo que verdaderamente significa ser humano? ¿Te imaginas entrevistarte con el jefe de estudios de la escuela y hacerle tú esas preguntas? 

También es verdad que, hoy en día, algunas familias se están planteando que ese no es el modelo que quieren para sus hijos. Un modelo en el que predomina la intelectualización temprana y que no tiene en cuenta otros aspectos importantes del desarrollo de los niños.  Algunas familias leen los libros de texto de sus hijos, y no están de acuerdo con los contenidos explicitados allí. Algunas familias escuchan a sus hijos, los observan, y se dan cuenta de que hay cosas que no se están desarrollando de forma equilibrada. Algunas se quejan de abusos de pantallas... o de abusos en general. Desgraciadamente el bullying o acoso es una práctica demasiado común en las escuelas, y suele ser el "elefante blanco en la sala" que nadie quiere ver, y del que nadie quiere hablar.  

Son muchas las preguntas que nos surgen cuando empezamos a observar a nuestros hijos y cómo van cambiando, las influencias de sus compañeros, de los maestros, dificultades en la comunicación, en la disciplina. Muchas preguntas y pocas respuestas. 

Escucho a menudo en los entornos cercanos que "debemos preparar a nuestros hijos para el futuro". Sin embargo, el futuro es totalmente incierto. Muchas personas perciben el futuro eminentemente tecnológico, y es por ello que "preparar para el futuro" implica inexorablemente computación, robótica, informática, el uso de medios electrónicos. Escucho familias decir "sí, todavía son pequeños y la educación alternativa está bien, pero ya en la secundaria necesitan aprender de verdad para estar bien preparados."  ¿Preparados para qué? ¿Para ser soldados dóciles? ¿Para trabajar en oficinas o fábricas donde todos van uniformados, trabajan 8 o 10 horas al día haciendo lo que les dicen? ¿Preparados para qué futuro? ¿Cuál es tu visión del futuro?  Porque lo único que sabemos realmente del futuro es que todavía no ha ocurrido, y por tanto, es todavía incierto. 

Y si es incierto, si no sabemos qué va a pasar, ¿cuál sería la mejor forma de preparar a nuestros hijos?

María José González, directora pedagógica de las Escuelas Vivas nos lo dice muy claro: la única manera de preparar a nuestros hijos para el futuro es darles la posibilidad de encontrar por si mismos soluciones creativas. Trabajar en la creatividad del niño, desarrollar un pensamiento libre, no constreñido a "verdades" impuestas. Permitir que el niño comprenda las situaciones como procesos, para poder ver las consecuencias antes de que ocurran, para poder comprender de verdad la naturaleza esencial de las cosas. Educar en la creatividad, en la observación, en el pensamiento lateral y propio, son herramientas mucho más eficaces que la informática para generar mentes libres y creativas, capaces de dar solución a los problemas que ni siquiera somos capaces de imaginar.

Por otro lado, a la hora de redefinir la palabra educación, debemos darnos cuenta de que no podemos dar lo que no tenemos, solo podemos transmitir a nuestros hijos aquello que hemos adquirido en nosotros mismos. Por tanto, nuestro primer trabajo cuando nos planteamos la educación de nuestros niños es nuestra propia observación, la introspección sobre nuestra vida.

Nos contaba un papá de las Escuelas Vivas que, en el mes que están acompañando a su hija en este proceso, aprendiendo con su mentora a proponer ciertos ritmos y rutinas, su hija "está mucho más tranquila, en casa se grita menos y se canta más, todo está mucho más armónico e incluso ha decidido empezar a dormir sola". 

Y es que educar a nuestros hijos puede ser la tarea más hermosa que nos podemos proponer. Fortalece nuestros vínculos con los pequeños, nos ayuda a sanar partes de nosotros que quedaron heridas en la infancia y nos da la posibilidad de maravillarnos ante la grandiosidad que significa ser humano.

Como sabemos que no es tarea sencilla, pero sí muy hermosa, te invitamos a que te unas a nuestra Escuela de Padres, donde escuchamos, nos inspiramos y compartimos sobre esos temas que realmente nos ocupan: la crianza. 

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Ana María Oliva, PhD

Fundadora de las Escuelas Vivas